La cosmología andina muestra que el habitante ancestral consideraba Dioses a los cerros, el sol, la luna, las estrellas, inclusive a algunos animales, producto tal vez de su admiración y respeto hacia el entorno en el que vivían. En ese contexto, “Lágrimas de Esperanza” es una historia híbrida de la cosmología andina y la religión católica. Culmina la historia con el sacrificio de Jesús, para poder salvar a un pueblo, y que hoy en día ya es una comunidad, gracias a Dios.
Tomando como referencia la obra “Los perros hambrientos” de nuestro literato Ciro Alegría Bazán, nace esta corta historia. Eran tiempos de sequía y hambruna en un pueblito misterioso en las faldas del nevado Razuhuillca, motivos suficientes para que la mayoría de sus habitantes abandonara aquel lugar añorado años anteriores por su paisaje y la bondad de su entorno. El sitio se torna algo inhabitable, el agua escasea y la producción de alimentos es casi nula. La gente y sus animales lloran, claman a los Apus y algunos huyen al extremo de dejarlo como un pueblo fantasma (habitado sólo por 3 familias). Pasaban los días, semanas y meses, hasta que de repente un día inusual llega una chiquilla adolescente en estado de gestación y llena de lágrimas. Se llamaba Esperanza y huía de sus padres por su estado de gestación. A pesar de sus grandes problemas, aquel lugar la acogió, pues las pocas personas que yacían ahí sabían que un bebé puro e inocente salvaría ese lugar, dado que el Apu Razuhuillca demandaba una ofrenda de esa magnitud para bendecir y consagrar aquel místico lugar.
Esperanza no cesaba de llorar al recordar el rechazo de sus padres y su familia y, por el contrario, gente extraña la acogía con plena amabilidad, sin entender su porvenir. Pasado un tiempo, llega el día más esperado por todos los habitantes de aquel lugar: el nacimiento de Jesús, hijo de Esperanza. Aquel nombre sería puesto en honor a don Jesús, el único partero del lugar. No había trascurrido ni una semana y despojaron a Esperanza de su bebé (Jesús) con la excusa de abrigarle y alimentarlo mejor en casa de una vecina, con la clara intención de la ofrenda. Esa noche de luna llena 3 lugareños escalaron hasta la cima del Razuhuillca con el propósito de realizar la ofrenda, y así el niño fue sacrificado y ofrecido al Apu tal como era exigido. Grande fue la sorpresa cuando desde aquella misma mañana empezaron las lluvias, los sembríos germinaban y por ende los animalitos mostraban alegría de contar con agua y comida sin la necesidad de caminar horas prolongadas. Esperanza, al no poder ver y amamantar a su hijo, lloraba permanentemente, pues siempre existía alguna excusa para ocultarle la verdad. Ella desconocía que el sacrificio de su hijo Jesús había significado la salvación y bendición de aquel misterioso pueblito, que hoy en día es llamado «Nueva Esperanza».